PAUL EHRLICH LA
BALA MÁGICA
Paul
Ehrlich es una figura notable en la ciencia y en el desarrollo de la Medicina
Terapéutica. Se le considera el padre de la quimioterapia, en su sentido más
amplio, y sus aportes en el campo de la inmunología lo hicieron acreedor al
premio Nobel en 1908. Postuló el término de las “balas mágicas” que inspiró el
concepto moderno de la quimioterapia.
Paul Ehrlich nació en Alemania, en 1854. Al
terminar la escuela, estudió Medicina en las universidades de Estrasburgo,
Friburgo y Leipzig. Entre sus grandes maestros, destacó el anatomista Waldeyer,
con quien realizó muchos estudios histológicos. Su tesis trató sobre colorantes
histológicos y su afinidad selectiva.
Pionero en investigación hematológica
Ya graduado, fue a Berlín a trabajar como médico.
Contó con el apoyo de sus jefes para hacer estudios sobre la aplicación de los
colorantes en hematología y logró definir la afinidad de algunas células de la
sangre por los colorantes. Describió cómo fijar los extendidos de sangre sobre
el vidrio y cómo teñirlos. Aplicando estos conocimientos a la clínica, logró
diferenciar varias enfermedades hematológicas. Ehrlich fue pionero en teñir los
tejidos vivos. Con el azul de metileno estudió enfermedades como la tifoidea y
logró teñir el bacilo de Koch. En 1882, publicó sus resultados, que fueron la
base de métodos aún vigentes o para crear la técnica Gram.
Describió y denominó a los mastocitos, clasificó
los glóbulos blancos en linfocitos y leucocitos y a estos últimos en
neutrófilos, basófilos y eosinófilos. Hizo estudios sobre leucemia,
leucocitosis, linfocitosis y eosinofilia y publicó un tratado sobre anemias.
En 1883, se casó y tuvo dos hijas. En 1887 fue
nombrado docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Berlín y,
después, médico del famoso hospital de la Charité de Berlín. En 1889, enfermó
de tuberculosis y se marchó durante un tiempo a Egipto.
Inmunología
En 1890, lo contrató Robert Koch para trabajar en
el Instituto para el estudio de enfermedades infecciosas en un nuevo campo: la
inmunidad.
Demostró que la reacción toxina-antitoxina podía
acelerarse con calor y retrasarse por el frío. Preparó unas curvas de
inmunización que ayudaron en la preparación de sueros inmunizantes, definió la
inmunidad activa de la pasiva y analizó la transmisión de la inmunidad de la
madre al feto. También trabajó en varios aspectos del cáncer. Estableció su
famosa teoría de cadenas laterales, cuyos detractores pensaban que no tenía
valor práctico. Sin embargo, Wassermann manifestó que nunca hubiera
desarrollado la reacción que lleva su nombre sin las ideas de Ehrlich.
Las “balas mágicas”
“¡Aquel
día es el día del destino de Paul Ehrlich, los tripanosomas desaparecieron de
la sangre de aquel ratón!
Se
evaporaron ante el disparo de la bala mágica: creció hasta el último de ellos.
¿Y
el ratón? Abre los ojos, mete el hocico entre las virutas del fondo de la jaula
y olfatea el cuerpo de su desgraciado camarada muerto, el que no ha recibido
inyección del colorante.
Es
el primer ratón que se salva del ataque de los tripanosomas: lo ha salvado Paul
Ehrlich, gracias a su persistencia, a la casualidad; a Dios y a un colorante
llamado rojo tripan, cuyo nombre científico ocuparía una línea de esta página
(Acido dianino neftalín-disulfórico)”.
En 1897, Ehrlich fue contratado en Frankfurt como
oficial de salud pública y, en 1899, se le designó como director del Instituto
de Terapéutica Experimental. Estudió la relación entre la composición química
de los fármacos y su modo de acción sobre las células del cuerpo a las que iban
dirigidos. Buscó productos específicos que tuvieran afinidad por los organismos
patógenos y, por ello, acuñó el término de “balas mágicas”: productos que
pudieran actuar sobre la causa de enfermedad dejando indemne al huésped.
Salvarsán y neo-salvarsán


De esa manera Ehrlich logró, mediante la inyección
de un producto a la sangre, eliminar los gérmenes sin dañar el organismo. Es lo
que él denominó “balas mágicas”. Estos trabajos fueron el inicio de una fase
revolucionaria para la terapéutica.
Algunos escépticos declararon que el Salvarsán, por
ser una fórmula que contenía arsénico, era tóxico, pero Ehrlich explicó que se
trataba de un riesgo calculado, como la cirugía. “El cirujano trabaja con un
cuchillo de acero” –explicó–. “El quimioterapeuta, con uno químico, que utiliza
para separar lo infectado de lo sano.” De ahí proviene la idea de la bala mágica
– “magic bullet” en inglés– porque son productos específicos para operar sobre
los agentes patógenos y sólo sobre ellos, actúan sobre la enfermedad sin dañar
al huésped. Una expresión metafórica brillante que ha perdurado.
Sin embargo, había muchos intereses creados y las
controversias arrastraron a Ehrlich. Hubo quienes dijeron que se trataba de un
negocio que implicaba ganancias excesivas –lo que iba de los exiguos costos de
producción al precio de venta al público–; y otros se movilizaron contra él (y
el Salvarsán) por razones tan perversas como reconocibles aún hoy en día: la
policía francesa lo vio como un estorbo en su lucha contra la prostitución y la
iglesia ortodoxa se opuso a todo tipo de tratamiento porque consideraba a la
sífilis un castigo divino contra los desórdenes de la sexualidad que no debía
ser mitigado. Cualquier paralelo con cuestiones actuales como el comportamiento
de la industria farmacéutica, de los poderes de policía y de las instituciones
religiosas no parece ser impertinente.
La quimioterapia
Ehrlich utilizó el término quimioterapia para
referirse a una parte de la terapéutica diferenciándola de la “farmacología”.
Es así que Ehrlich dividió la terapéutica experimental en tres grandes
categorías: la organoterapia (hormonas), la bacterioterapia o el uso de agentes
inmunológicos; y la quimioterapia experimental, que se basaba en el concepto de
afinidad selectiva. Esto último requería encontrar moléculas que actuaran sobre
la causa de la enfermedad pero no dañar al organismo normal.
Paul Ehrlich fue un trabajador incansable, modesto
y discreto. Comía poco y fumaba mucho y era muy querido por todos sus
colaboradores. Fue miembro de más de 80 sociedades científicas internacionales
y doctor honoris causa de varias universidades. Recibió muchas distinciones,
como el premio Nobel en 1908. En 1914 falleció luego de dos derrames
cerebrales; fue enterrado en el cementerio judío de Frankfurt.
Su legado
Famoso, premiado, glorioso pero amargado por las
ingratitudes, Paul Ehrlich, gran fumador que no bajaba de las dos docenas de
habanos diarios, murió en 1915 y está enterrado en el cementerio judío de
Frankfurt. Su prodigiosa bala mágica, el Salvarsán –y el Neo Salvarsán,
perfeccionado– permaneció como la primera cura para la sífilis hasta mediados
de 1940, cuando fue sustituido por la penicilina.
En la obra de Paul Ehrlich se encuentra la base y
la inspiración para el desarrollo de múltiples medicamentos que se usan para
salvar vidas. Las “balas mágicas” y su afinidad selectiva sirvieron de base
para el desarrollo de antibióticos y, más recientemente, de medicamentos
antitumorales y agentes citotóxicos y radiactivos que pueden marcarse
selectivamente con anticuerpos monoclonales.
En 1940, con el título de Ehrlich’s magic bullets,
el experto William Dieterle hizo un película en Hollywood con Edward G.
Robinson en el papel del bacteriólogo. Si la ven anunciada en TCM o algún canal
de cable clásico, Ehrlich’s magic bullets no es una de tiros. Sólo muere el
Treponema pallidum.
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